“A veces, por mucho que uno se
empeñe, saberlo todo y sobretodo saber contarlo, es una ambición condenada al
fracaso” Emiliano Cano, en Fondo para un
caballero.
Por muchos es conocido el desagradable
asunto de la restauración realizada en 1996 de una obra singular como es el Caballero de la mano en pecho, del Greco,
cuadro que podemos encontrar en el Museo
del Prado y cuyo aspecto cambió radicalmente.
La polémica fue expuesta sobre la
mesa durante años, hasta que en el pasado 2011 se presentó un documental (http://www.fondoparauncaballero.com/)
argumentando los inexcusables errores de criterio de la restauración, cometiendo
con ello daños irreparables en la obra. El autor, el historiador del arte
Emiliano Cano, expone sus quejas y dudas y es a raíz de este film que basaré mi
siguiente texto, dada la curiosidad que me suscitó en, si por mí misma, podría llegar
a dilucidar si había sido o no, como mínimo, excesiva la restauración.
Primera cuestión: ¿era
originariamente oscuro el fondo del cuadro? Para esclarecer esta idea sería
necesario hacer un estudio comparativo con el resto de la obra de El Greco, y
en concreto con la serie de retratos del que formaba parte y realizados para
Alonso Manrique de Lara, primer duque de Arco. Lamentablemente no me encuentro en
condiciones de realizar dicho análisis.
En octubre de 1996 El caballero de la mano en el pecho
entra en el taller del Museo del Prado
para ser restaurado. El resultado creó una notable controversia que llegó hasta
el Congreso de los Diputados en 1999 de la mano de Manuel Alcaraz, en aquel
momento diputado por Nueva Izquierda.
Ante las duras críticas
recibidas, el Secretario de Estado de Cultura, Miguel Ángel Cortés Marín, y el
por aquel entonces director del Museo del Prado, Fernando Checa, se vieron
obligados a narrar minuciosamente el proceso de restauración mediante el cual:
-Se suprimió el característico
fondo oscuro del cuadro.
-Se modificaron detalles de la
chaqueta.
-Se eliminó en gran parte la
firma de El Greco.
En la sesión del Congreso se
vivió un duro enfrentamiento entre Alcaraz y Cortés Marín quien argumentó en su
defensa que: “no nos podemos dejar llevar por los gustos personales, pero la “realidad”
de la obra es la que vemos en el resultado.” Y en cuanto a la firma, defendió
que no había sido borrada, sino velada y, para sorpresa de una mayoría, ésta no
era auténtica.
Curioso….
Alcaraz fue locuaz: “Es curioso
que hasta ese momento y según todos los historiadores del arte especialistas en
El Greco, siempre se dio por verdadera la firma” También se destacó que en la
primera exposición en la que participó esta obra (El Greco. Su revalorización por el Modernismo Catalán. Del 20 de
diciembre de 1996 al 2 de marzo de 1997) en la ficha de la obra consta:
“Firmado con caracteres griegos en el lado derecho: DOMENIKOS THEOTOKOPULOS
EPOIEI.” Firmado dicho documento por Fernando Checa, el director del Museo del
Prado.
Siete meses después fue el mismo
director el que tuvo que dar las pertinentes explicaciones ante tales
incoherencias.
Para justificar la idea de una firma
falsa se basó en:
1. Que
El Greco no usaba las mayúsculas para firmar hacia 1580[1]
2. Que
había en ella faltas de ortografía
El diputado de Nueva Izquierda
contestó que de igual modo firmó otros muchos cuadros, y ante la duda mostró un
documento firmado por Doña Inmaculada Pérez Martín , científica titular del
departamento de Filología grecolatina del Instituto de Filología del CSIC: “En
comparación, la firma muestra total simetría y son obras de una única mano. No
hay motivos para argumentar que no es auténtica. Tampoco contiene faltas de
ortografía”
Pero… para eliminar una firma de
semejante importancia, sobretodo para nuestro patrimonio, ¿no hubiera sido
necesario estar muy seguro y contar con un consenso de expertos mundiales y
publicar el hallazgo? como así manifiesta Álvarez Lopera, quien fue comisario
de la exposición El Greco. Identidad y
Transformación, en el Museo Thyssen en Madrid (4 de febrero al 16 de mayo de 1999) http://www.museothyssen.org/microsites/exposiciones/1999/ElGreco/greco.htm
Miguel Ángel Marín prosiguió que se había recurrido
a levantar el repinte que oscureció el cuadro por considerarlo no original del
Greco, sino de una restauración datada en 1858. “se pintó de negro (…) para
enfatizar un caballero distante que se inventó la generación del 98”. Como
también lo afirmó el restaurador del museo, Rafael Alonso.
(Muy interesante la noticia
aparecida en http://www.patrimoniumweb.org/Reportajes%20greco.pdf
)
Llegados a este punto… no hace
falta ser un estudioso, historiador del arte, científico… Si ésta restauración fue realizada en 1858, y
atribuye el repinte a una moda del 1898… ¿Se anticipó 40 años el restaurador a
los gustos estéticos de una generación cuyas fechas de nacimiento oscilan entre
1864 y 1876? Al menos este argumento a mí no me convence.
“Los defensores de la limpieza a
fondo comienzan con una crítica al concepto de pátina. La pátina, si bien fue
promovida artificial y exageradamente en la época romántica, no fue una “invención”
romántica. (…) Si la sensibilidad de los artistas del Renacimiento rechazaba en
el ronce la brillantez de lo nuevo, ¿no es posible que se intentase igualmente
atenuar la virulencia descarada del color, las lacas, los ultramar?” BRANDI, C.
pág. 89-90
Hoy sabemos que en con
anterioridad al 1858 el director del Museo del Prado, José de Madrazo, inició
con su llegada una tendencia muy respetuosa en cuanto a los criterios de
restauración: “Repintar los cuadros es una idea profanadora y bastarda” El por
aquel entonces restaurador de nuestra obra, Vicente Poleró y Toledano, quien
escribió El arte de la restauración,
dejaba claro que no repintaba al óleo, sino con barnices porque eran técnicas
reversibles. ¿Y por qué le doy importancia este dato? No sólo por lo avanzado
de su planteamiento sobre los criterios de restauración, sino porque según
Alonso lo que se eliminó fueron: “los repintes realizados al óleo,
oscureciéndose con el paso de los años”
Conclusión: O estos repintes eran
anteriores a 1858, o lo que se eliminó fue parte del original. Y llegados a
este punto, ¿podemos tener la certeza que esa “oscuridad”, si la asumimos como
tal, no pudiera ser debida a las diversas causas que conllevan alteraciones en
la pintura? Como naturales, atmosféricas, temperatura, iluminación… (ver el
capítulo 5 de CALVO, A. Pág.127-158)
Todo este asunto lo que me lleva
a pensar es lo mal que podemos llegar a hacer las cosas y la dificultad que
supone crear una normativa sobre conservación y restauración dado el alto grado
de subjetividad que el arte conlleva.
Ante la insistencia de Alcaraz sobre la
carencia de un documento sobre la restauración de 1996, se realizó uno
expresamente en 1999. ¿No es lo suficientemente importante esta obra del Greco
como para poseer todo un detallado estudio histórico, estilístico, técnico, y
de materiales de dicha controvertida restauración?
O tal vez sí que había un
documento… que no fue considerado: “Examinada la firma, saber; que es original,
que posee el mismo desgaste que el resto del cuadro, y que los análisis de los
materiales de la firma no denotan ningún elemento extraño” (13 de noviembre de
1996) Firmado por Carmen Garrido durante
el proceso mismo de la restauración, siendo ella conservadora jefe del Gabinete
Técnico del Museo del Prado.
Lo
que salta a la luz es que no se hicieron
los estudios previos que exigían los protocolos internaciones. Con toda
arrogancia, que nunca lleva a nada bueno, el director del Museo alegó que “no
se creyó necesario consultar a otros especialistas y por ello nunca se convocó
una comisión de expertos que analizara la restauración” (me ahorraré
comentarios… pues si esto se realiza con un Greco…) Pero el cambio ha sido
sustancial. ¿Tenemos la seguridad de ser este nuevo aspecto el original? De no
ser así, ¿no hemos cometido un acto irreparable en esta obra?
“El propósito esencial de la
restauración no es solamente asegurar la subsistencia de la obra en el
presente, sino también asegurar su transmisión hacia el futuro, y puesto que
nadie puede saber nunca con certeza que la obra no necesitará otras intervenciones en el futuro, es menester
facilitar y no obstaculizar las eventuales intervenciones posteriores” C. Brandi.
Otro hecho destacable es que se
nos ponen sobre la mesa dos modos distintos de concebir la restauración: por
parte del Museo del Prado se adoptó el
punto de vista Objetivo.
Aunque la idea inicial de éste es muy loable, se deja
llevar por la pedantería humana llegando a auto convencerse de que se puede
llegar a ver la obra como era originalmente poniendo su máxima fe en la
ciencia. Este pensamiento positivista deja de lado la parte estética e
histórica. Y es por todo ello que un punto de vista Crítico, más amplio de
miras y por ello respetuoso, debería ser más tenido en cuenta: “La restauración
debe dirigirse al restablecimiento de la unidad potencial de la obra de arte,
siempre que esto sea posible sin cometer una falsificación artística o una
falsificación histórica, y sin borrar huella alguna del transcurso de la obra
de arte a través del tiempo” Brandi, C. pág.17
Ante todo… humildad.
BRANDI, Cesare: Teoría de la restauración. Madrid,
Alianza Forma, 1998.
CALVO, Ana: Conservación y restauración de pintura sobre lienzo. Barcelona,
Ediciones del Serbal, 2002
GONZÁLEZ-VARAS, Ignacio: Conservación de bienes culturales. Teoría,
historia, principios y normas. Madrid, Cátedra, 1999.
MARÍAS, Fernando: El
Greco. Madrid, Editorial Nerea, 1997
MACARRÓN, Ana. Conservación del patrimonio Cultural.
Criterios y normativas. Madrid, Editorial Síntesis, 2008.
[1] Según
consta en el libro de MARÍAS, Fernando:
El Greco. Madrid, Editorial Nerea, 1997. Pág.159, :”de estas primeras
fechas de la estancia española serían algunas obras firmadas todavía con
mayúsculas griegas, como (…) el retrato llamado el Caballero dela mano en el pecho”
Como bien comentas, "ante todo humildad".
ResponderEliminarPrimero, la pintura estaba oscurecida por la suciedad y los barnices oxidados/teñidos que jamás utilizó el autor en ninguna de sus obras. Por lo que el color que se ve en la restauración el que quiso el autor.
Segundo, la firma está mal, por más que se "vea" como las otras porque El Greco jamás partió su nombre al firmar. Es como si te llamas Juan Antonio y firmas en el cuadro en dos líneas "Juan Ant | onio", por lo que la firma no es suya.